Arráncame la vida con el último beso de amor

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Por Néstor Ramírez Vega

En 2008, Robert Sneider realizó una adaptación cinematográfica de la bien lograda novela de Ángeles Mastretta, Arráncame la vida (1986). La obra de Mastretta, aborda muchos aspectos de la época postrevolucionaria y la vida llena de lujos que obtuvieron los generales con la institucionalización de «la familia de la revolución» por el «Jefe Máximo de la Revolución», Plutarco Elías Calles.

La novela aborda la vida de Catalina Guzmán, una chica de Puebla que conoce al general Andrés Ascencio, de quien se enamora y después detesta por sus acciones en contra de la sociedad mexicana, su infidelidad y la utilización de sus seres queridos.

Tras su traslado a la ciudad de México, Catalina, harta de la opresión y engaños de su esposo, visita los ensayos de música en Bellas Artes, donde conoce a Carlos Vives, La forma en que Catalina habla de Bellas Artes, «parecía pastel de primera comunión», nos recuerda la forma en que Elena Poniatowska describió al recinto, «entrañable merengue blanco».

Un pastel para una celebración, un gozo, una sorpresa encontraría Catalina en Bellas Artes, el amor por Carlos Vives y su encuentro con ella misma a través de él. La simpatía de ideas, gustos y conceptos la llevaron a volver a enamorarse, aun cuando estuviese esposada por el general Ascencio.

Es así que en Catalina hay un incendio pasional causado por el combustible Vives, de quien se volvió su amante aun antes de haberlo tocado. «Arráncame la vida, con el último beso de amor» reza Agustín Lara en su canción y así sucede en el amor entre Catalina y Vives, un amor que supera la vida y no toma en cuenta los peligros que acechan a los enamorados, aun con los secretos dados a gritos.

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«Y si acaso te hiere el dolor, ha de ser de no verme porque al fin tus ojos, me los llevo yo», concluye el maestro Lara en su composición. Vives es asesinado por el poder, por el caciquismo aún existente en la élite gobernante, liderada por el compadre de Ascencio.

Una historia de amor que teje historias de «amor»-obsesión por cosas materiales, como el poder, el control total de la sociedad. En donde la figura del general Ascencio muestra esa tiranía y corrupción que construyó el Partido Nacional Revolucionario; la dominación de los medios de comunicación, el acecho de los opositores políticos, y el hambre por escalar siempre en la clase política.

Carlos Vives nos muestra el liberal, el integrante y figura intelectual que busca justicia social y una democracia como tal, romper con la tradición de barbarie que se seguía desde 1910 y costó la vida de miles de revolucionarios.

Por su parte, Catalina es más que la figura de la esposa del cacique, es el pueblo, el hartazgo de la situación política-social y que busca vengar la tiranía. De ser la chica descuidada e ignorante de Puebla, que cuando contrajo matrimonio era una niña, pasó a ser la revolucionaria, incluso referencia de la también pueblerina Carmen Serdán.

Una novela bien lograda que habla de política, historia, opresión y sobre todo de diferentes formar de amar; amor por la pareja, por uno mismo, por los seres queridos, por el pueblo y la patria.

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